Aunque parece que
se trata de una moda, el aprendizaje cooperativo no constituye ninguna teoría
nueva en el campo del aprendizaje, a pesar de que muchas escuelas se empeñan en
menospreciarlo, sin saber la perla que rechazan. Parece que la tarea más urgente
(con la de tareas urgentes que hay en Educación…) es hacer ver a nuestros
colegas la situación con otros ojos. La perspectiva podría cambiar si “buscamos percibir la cooperación como
condición social de aprendizaje”. La idea es que si lográsemos que las escuelas
comprendiesen que el aprendizaje implica cooperación, que el aprendizaje
necesita de la relación con los demás para ser el que es, quizá las escuelas
aceptarían este aprendizaje de manera firme.
Si toda escuela tiene como
premisa la optimización de las condiciones sociales para el crecimiento
personal, ¿cómo hacer para entender la cooperación como condición social de
aprendizaje? Ya que con la simple observación no basta, habrá que dar una
explicación más científica a todos aquellos incrédulos, partiendo de la
psicología del aprendizaje. En el libro que se está tratando, se explica esta
idea de manera clara: “si entender el aprendizaje como un proceso inmerso en
una red de relaciones sociales, y consustancial al desarrollo cultural, nos
permite ver más claramente el valor de la interacción en el aprendizaje, hablar
de cooperación entre estudiantes bajo esta premisa se hace más nítido como
significativo en la actividad educativa”
Cabe destacar que para entender
la cooperación como condición social de aprendizaje hay que atender a la base
sociocultural del aprendizaje cooperativo, en la que están implicados los
procesos psicológicos superiores y la mediación sociocultural del aprendizaje
cooperativo.
En
la segunda década del siglo pasado, Vigotsky expresó la “ley genética del
desarrollo cultural” de la siguiente manera: “Cualquier función, presente en el desarrollo cultural del niño, aparece
dos veces o en dos planos distintos. En primer lugar aparece en el plano
social, para hacerlo luego en el plano psicológico. En principio, aparece entre
las personas como una categoría interpsicológica, para luego aparecer en el
niño como una categoría intrapsicológica” (Vigotsky 2000:94). En esta ley
se puede entender la palabra función
como sinónimo de aprendizaje, lo que
confirma la idea de que el aprendizaje tiene en sí un componente
fundamentalmente social.
Me he querido centrar en este
aspecto, de una manera muy general, para dar respuesta a por qué defendemos el aprendizaje
cooperativo y qué sentido tiene esta estrategia en el aula, ya que son muy
pocos los que se ocupan en defenderlo. Para saber más del tema, recomiendo
insistentemente la lectura del libro.
No necesitamos maestros ciegos,
ni gallinas, ni mentiras. Necesitamos nuevos maestros que vean, que se atrevan,
que evidencien.
Por Clara Vivó.
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